Lo que me pasó es muy raro.
Me desperté y no sabía dónde estaba.
A ver, es algo que estando de viaje me pasó muchas veces, pero esta vez había algo que me tenía muy intrigado.
No estaba sólo en la habitación.
Frente a la ventana, de espaldas, había una mujer.
Rubia. Con el pelo ondulado. Estaba acomodando las cortinas y, por cómo estaba vestida, recién se despertaba también.
La miro.
Trato de hacer memoria.
¿Cómo llegué hasta acá?
¿Me emborraché anoche y por eso me siento así?
¿Quién puede ser?
Pero nada. No se me venía ni siquiera una idea a la cabeza.
Mientras estoy pensando todo esto, la mujer termina su tarea, para dejar que entre el sol en mi habitación y por primera vez sentí que algo conocido estaba pasando.
Finalmente, llega el momento de la verdad.
La mujer se da vuelta y me mira, con una sonrisa de oreja a oreja.
En ese momento entendí muchas cosas.
Que una de las cosas más lindas que tiene viajar, es volver a casa.
Qué cuando se suman muchas cervezas al efecto del jet lag, puede ser engañoso.
Y sobre todo.
Que volver a sentir de 0 a 100 lo que significa con mamá, es algo muy difícil de explicar.
Extrañamente, uno de los recuerdos de viaje más hermosos que llevo conmigo, es volver a casa.
Por eso y tanto más, feliz día mamá.
Te quiero mucho.