Cuando Lina aceptó el trabajo en la granja de pollos, jamás se imaginó que le tocaría vivir una experiencia tan aterradora. Sus movimientos para juntar los huevos del suelo -agitando cartones para espantar a las gallinas y sus plumas- era práctico para trabajar.
Pero sin saberlo, eran mal vistos por el gallo Alfa. Y eso traería sus consecuencias.
Un día, en el medio de su jornada laboral, Lina empezó a notar un comportamiento extraño en los animales a su alrededor. Cuando se da la vuelta, todas las gallinas habían creado un pasillo que la separaba a ella del gallo Alfa, en la otra esquina, decidido a recuperar su territorio.
Pero primero ¿Cómo llegaron a ese pueblo perdido de Nueva Zelanda? ¿Si no era la granja de pollos, entonces dónde? ¿Qué comportamiento de Lina le hizo ganarse la enemistad del gallo Alfa?
Ahora te cuento.
El aterrizaje en New Plymouth
Todos los que llegan con la visa Working Holiday, siguen unas indicaciones generales en sus primeros pasos. Algunos, tienen un amigo que estuvo en la temporada de kiwi, por eso van ahí, otros se van a las diferentes granjas, siempre buscando trabajo.
En el caso de Lina y Ale, contaban con el apoyo de una “familia adoptiva”. Pues su hermana había estado haciendo un intercambio en el país unos años antes, y los vínculos creados les servirían para saber dónde aterrizar. Un lugar donde encontrarían casa y resguardo. Pero que a la hora de buscar trabajo, las posibilidades eran muy acotadas.
A juntar dólares para la próxima aventura
El pueblo tenía una industria principal (para no decir la única). La mayoría de sus habitantes vivían de la granja de pollos. Por eso, no fue una gran sorpresa cuando, unos días después de dejar su currículum en la empresa, Lina recibió el llamado con la oferta laboral.
Lo que sí era sorprendente, eran las condiciones.
Mientras la mayoría de los inmigrantes que llegaban con la visa tenían que romperse la espalda por un salario básico, la granja de pollos ofrecía un sueldo algo superior, por una tarea más que sencilla.
Todo lo que tenía que hacer era recolectar los huevos del suelo, y dejarlos en una cinta transportadora que estaba en un nivel superior.
El objetivo era amaestrar a las gallinas, siguiendo una lógica sencilla. Si ellas ponían en el suelo, sus huevos eran “raptados” en minutos.
En cambio, si ponían en el nivel superior -sobre la cinta- al menos tenían la posibilidad de empollar durante el día. Por la noche, de todas formas, la cinta se llevaba la producción.
Así la pareja aceptó el trabajo, y por unos días llegaron a pensar que se habían ganado la lotería. No es tan sencillo encontrar un trabajo de ese tipo, cuando recién llegas al país.
Pero, por supuesto, había una parte del mismo que no conocían aún. Los gallos pueden ser animales muy agresivos cuando defienden su territorio.
Y Lina lo iba a descubrir de la peor forma posible.
El dinero “fácil” tiene sus riesgos
Como todo en esta vida, la práctica hace al maestro. Y la recolectora de huevos, ya había encontrado la forma de hacer su trabajo más sencillo aún. Para encontrar los huevos con facilidad en el suelo, todo lo que tenía que hacer era agitar los carones. Así, el viento y el movimiento “agresivo” hacían a un lado a las gallinas y sus plumas, lo que dejaba los tesoros al descubierto.
Solo restaba recogerlos, y depositarlos sobre la cinta.
Ahora, estos movimientos le estaban dando forma a una rivalidad de cine. No era Nadal – Federer. Ni Messi – Cristiano Ronaldo.
De hecho, esta rivalidad pondría en riesgo el bienestar físico de uno de sus protagonistas.
El Haka del gallo Alfa Vs. Lina
Si alguna vez viste la intimidante danza de la selección de rugby de Nueva Zelanda, la misma tiene un origen en las raíces del pueblo Maorí (los primeros habitantes de «Aotearoa» -el país de la nube blanca-).
Esta coreografía era practicada por los nativos del lugar para intimidar a sus rivales en la guerra.
Una mañana, mientras vivía en el camping, durante la temporada de kiwi, me despertó el Haka de los alumnos de una escuela de barrio Maorí que era nuestro vecino. Para los nativos, esto es una tradición muy arraigada, como para muchas otras especies dentro del reino animal.
Incluidos los gallos.
La fecha del desafío ya estaba decidida, y nuestra heroína aún no se había ni enterado. Todos los animales sabían lo que estaba pasando, y se reunían para la gran batalla.
En la bolsa: El dominio del gallinero.
Cuando Lina se da vuelta para ver qué estaba pasando, se encontraría con una imagen que volvería a revivir en pesadillas. (Fuera de broma).
En la otra punta del largo pasillo creado por las gallinas, el gallo Alfa desplegaba su baile de guerra.
Contacto visual directo.
Las plumas del cogote encrispadas.
Y con las patas escarbaba el suelo.
El gallo estaba decidido a atacar.
Con una contrincante que aún se había enterado de lo que estaba pasando, el gallo sale corriendo a toda velocidad hacia su enemiga, batiendo las alas. Cuando llega al frente, da un salto al mejor estilo Street Fighter, con las garras adelante.
Usando sus mejores reflejos, Lina llega a cubrirse del ataque usando los cartones como escudo.
La pelea, no llegó a durar un round (por abandono).
Después de sortear el primer ataque con agilidad, nuestra heroína -caída en desgracia- salió corriendo y gritando del gallinero.
Sin saberlo, esta actitud de huida le daba la victoria al gallo Alfa, lo que pondría en riesgo a Lina cada vez que quisiera poner un pie de nuevo en el gallinero. El ganador ya había demostrado su superioridad, y se lo recordaría cada vez que se vuelvan a encontrar.
¿Volver a trabajar bajo riesgo o renunciar para hacer “nada”?
Al ver como Lina salió corriendo y gritando del lugar, la encargada ya sabía por experiencia lo que había pasado.
Esperó a que la víctima del ataque recupere un poco la calma, y la citó a su oficina. A solas.
Con un álbum de fotos en sus manos, empezó a pasar páginas y páginas de lesiones generadas por gallos a trabajadores del lugar. Mientras le contaba:
— Lo que hiciste es lo peor que podías haber hecho. Le mostraste al gallo que él es más fuerte. Ahora, cada vez que te vea, seguirá demostrando su dominio. Estas fotos son ataques reales que pasaron acá. Te las tengo que mostrar porque es tu decisión seguir trabajando o no. Tenés que saber que esto puede pasar.
Un Maorí, y la clave para retomar el poder
Las opciones de Lina eran muy acotadas. Por un lado, conseguir otro trabajo en esa ciudad era muy difícil. Eran pocas las opciones fuera de la granja de pollos.
Por otro lado, sabía que cada vez que pusiera un pie dentro del gallinero, era una víctima potencial de un ataque. El episodio que había vivido todavía estaba grabado en su cabeza y le aterrorizaba hasta pensar en ello.
Hasta que “el entrenador” se presentó para poner a nuestra Lina de nuevo en combate.
— Lo que tienes que hacer es retomar el poder del gallinero. Tienes que desafiar al gallo Alfa y vencerlo. Solo así ganarás su respeto y podrás trabajar con tranquilidad. Si es lo que quieres, yo te enseño.
El veterano trabajador de la granja, un Maorí con mucha experiencia domando gallos (y alguna herida de guerra también), tenía la clave para volver a equilibrar la balanza ¿Podría Lina con su entrenamiento sobreponerse al gallo que la había atacado?
Como en todo entrenamiento, se empieza desde abajo.
Lina Vs. el gallo Alfa. La revancha
La técnica parecía ser sencilla. Lo difícil era acercarse al contrincante. Por eso, la mejor forma de empezar a entrenar, era con gallos más dóciles.
Una vez identificado, tenía que acercarse por atrás y de un movimiento rápido, sujetar las dos patas, poniendo al gallo de cabeza.
Con aletazos y movimientos bruscos, trataría de soltarse. Unas caricias en el pecho para tranquilizarlo, y el gallo ya sabía que había perdido la batalla. Se encontraba ante un rival superior.
Así Lina fue entrenando y subiendo de categoría. Algunos resultaban sencillos, pero mientras se iba a acercando al “jefe”, la cosa por ahí se complicaba. Los gallos colaboraban cada vez menos, y algunos hasta ofrecían resistencia, lo que despertaba las alarmas de nuevo.
Pero Lina nunca se rindió. Sumando pequeñas victorias, el día de la revancha por el dominio del gallinero llegó.
— Hoy vamos por el Alfa.
Que miedo. Las imágenes del ataque todavía daban vueltas por la cabeza de Lina, pero ella ya estaba preparada, sabía que podía ganar esta vez.
Era día de pesaje en la granja, y eso significaba que todos los gallos tenían que ser “derrotados” para colgarlos de las patas en la balanza.
Empezaron siguiendo el protocolo. Primero los más dóciles, y de ahí subiendo en la escala de jerarquía, hasta llegar al Alfa y sus secuaces.
Entonces, Lina se encuentra nuevamente con su rival.
Sin pensarlo, se acerca por detrás y con un movimiento ya naturalizado, lo sujeta en el aire de las dos patas.
El segundo al mando, el gallo Beta, no puede dejar que su líder caiga, así que se dispone a enfrentar a Lina que, aun sujetando a sus némesis con una sola mano, vuelve a atacar, resultando victoriosa de nuevo.
En un mismo asalto, demuestra su superioridad ante los dos líderes del gallinero, y ahora solamente queda hacer que todos se enteren.
La humillación
Todavía no salgo de mi asombro con esto. Después de derrotar a los dos al mando, Lina tenía que hacer pública su victoria, para que todo el gallinero se entere y así proclamarse como verdadera e indiscutida mandamás.
Lo que tenía que hacer es pasear por todo el lugar, enseñando a cada uno de los habitantes del gallinero que los líderes habían caído frente a ella, y ahora tendían indefensos de sus manos. Lo que tenía que hacer es humillar a sus rivales. Y así fue.
Terreno dominado ¿Y ahora?
Esta fue la historia que me contó Lina, cuando la conocí en mi visita a Valencia por las Fallas. Después de conquistar el gallinero, y de ahorrar unos dólares, nuestra heroína continuó su aventura por Nueva Zelanda, escribiendo otra historia al mejor estilo taquilla de cine. Espero algún día me deje contarla.