Es la fantasía de todo campista. Encontrar un sitio donde puedas:
Ver cuando el sol se pone detrás del mar.
Estar solo.
Y dormir tranquilo.
No se pide mucho ¿Verdad?
Bueno, en una isla tan pequeña y con tanto turismo como Ibiza, esto no resulta tan fácil. Y si la policía te encuentra “pernoctando” en un lugar no habilitado, te tiran de las orejas (además de los 750€ de multa).
Pero igual, estoy seguro de que esos lugares existen, y me propuse encontrarlos.
Lo que no imaginé, eran todas los obstáculos que iba a tener que saltear.
En el mapa, al oeste, y “permitido”

Hay aplicaciones donde otros campistas te cuentan sus experiencias. Tras descartar muchos, encontré uno que decía:
”Hermoso lugar junto al mar con la puesta del sol más hermosa ¡Solo 4×4!”
Apa, que interesante. Si solo es apto para 4×4 significa que muchas furgonetas no pueden llegar. Y mi Hyundai, con 20 años de experiencia, no tendrá el lujo y el confort de otras, pero hay algo que sí tiene.
Tracción 4×4, y la carrocería bien despegada del suelo.
Igual esto no significa que pueda meterme por cualquier lugar. No la quiero juntar a pedazos ¿Me explico?
Pero en fin, el lugar está cerca, y cuesta poco ir a ver.
GPS y llegar para comprobar que no se puede
Ibiza es algo así como las Sierras de Córdoba (Argentina), con sus piedras y montes, pero rodeadas de mar turquesa y, en verano, templado (que mal suena ¿No?).
Las calas (como una bahía pequeña) recortan toda la costa de la isla, y son los lugares donde vas a bañarte. El mar, por la profundidad, el color del agua y la ausencia de olas, parece más una pileta climatizada que otra cosa.
Entonces. Pongo el GPS, música de fondo, y por el camino van apareciendo pueblitos muy lindos.
Hasta que una pintura con aerosol en la calle me destruye la ilusión.
“XXX STOP”
Detrás del cartel, unas piedras bastante grandes terminan de disuadir a cualquier temerario que esté pensando lo mismo que yo:
“¿Taaaan mal estará el camino?”
Mejor me bajo, y voy caminando a ver cómo está.
Y para mi desilusión, hicieron bien en cortar el paso.
No es solamente que la calle está abandonada. Si no que al parecer esa es la vía que elige el agua para bajar hasta el mar durante las tormentas, formando grietas imposibles y arrastrando piedras desde la montaña.

A los doscientos metros de caminata ya lo tenía decidido. Intentarlo es garantía de rotura, o de quedar atrapado.
De todas formas, para comprobar si el lugar realmente existe, decidí seguir la calle andando. Quizás el no es tan lindo y mi decepción sería menor. Triste consuelo, pero es lo que hay.
(Sería algo así como Chile deseando que Argentina no salga campeón del mundo).
Pero ¿Qué es eso que ven mis ojos ahí adelante?
Y esta gente cómo llega acá
Todavía bajando en zig zag entre las montañas cubiertas de verde, se asoman las paredes de una casa…
Unos metros más adelante, otra casa más, pero esta vez, con un coche al frente. Uno normalito, ni siquiera 4×4.
Tiene que haber otra forma de llegar. Cuando vuelva a subir lo voy a comprobar en el mapa (que ahora no tengo señal).
Mientras tanto, sigo el camino hacia “El Dorado” para comprobar si el resto es transitable. Y si el lugar realmente existe.
Pozos.
Zanjas.
Piedras.
Sigue siendo muy feo, pero no imposible. Cuando a lo lejos, entre dos pinos, se deja ver.
El más bello y plano aparcamiento en el filo de un acantilado. De este lado, la montaña. Del otro, el mar.
Apresuro el paso para comprobar que el camino no trae más sorpresas, y mientras me acerco una voz atrás de mi cabeza no deja de insistir “lo vamos a intentar”. Pero hoy ya es tarde y no tengo agua ni comida.
Si me quedo varado, por lo menos que sea con un entrecot y un buen vino tinto.
Aprovisionarse, control de la furgo y allá vamos
¿El depósito de agua cómo está? No quiero llevarlo lleno por el peso, pero una ducha en pelotas mirando al mar me quiero dar (es una ducha exterior y fría, ya te comenté que los lujos nada).
¿Y la rueda de auxilio?
No hay forma que una grúa llegue hasta ahí si me pasa algo.
¿Nivel de aceite y agua?
Como un reloj.
Paso por el supermercado a comprar las cosas que, esta vez sí, harán que la experiencia sea superior, y a media tarde salgo hacia el oeste de nuevo.
¿Qué significa perder el control?

Confirmado. El mapa me lleva por el camino alternativo, el que esquiva la parte “imposible”, pero igual esto está muy lejos de ser un paseo por el bosque.
Una pareja que sube caminando, en dirección contraria, me miran a mí y a la furgo como dos exploradores en una misión de riesgo.
A pesar de haber asegurado toda la carga que tengo en la parte de atrás, cada pozo nos sacude como una coctelera.
Es la peor parte del camino, cuando un movimiento duro me obliga a pararme arriba de los frenos.
Ahora ¿Cuál es la definición de perder el control?
“Se refiere a una situación en la cual una persona o entidad deja de tener la capacidad de manejar, dirigir o influir de manera efectiva sobre un asunto”.
En este caso, a pesar de bloquear las ruedas de la furgo, las piedras que están debajo de ellas se siguen moviendo, impidiendo que se detenga.
Fueron solo unos centímetros y el filo de la montaña no está tan cerca. Pero igual con esa sensación de pérdida de control:
SE
ME
LLENÓ
EL
CULO
DE
PREGUNTAS
(Si no sos de Argentina aprendiste una expresión nueva relacionada con el miedo y las dudas).
El atardecer perfecto, salvo por un detalle

Última etapa superada, y finalmente la gloria. El aparcamiento perfecto solo para mí. El sol está bajando y me preparo para disfrutar de la cena con la mejor vista que podría imaginarme. Unos veleros no hacen más que transformar todo en una pintura.
Desde uno de los lados, otro camino sigue hacia abajo para encontrarse con el mar. Pero este sí que solamente es apto para peatones (con seguridad de ahí venía la pareja que me crucé en el camino).
Vivir y viajar en furgoneta es hermoso y difícil en las mismas medidas.
Todas las posibilidades que ofrece traen de la mano la necesidad de improvisar constantemente, y la única certeza es que todo lo que vayas a hacer te va a resultar diez veces más incómodo.
Pero finalmente, cuando una situación así se vuelve realidad, el disfrute se multiplica y, en mi caso, no puedo hacer más que estar agradecido.
NOTA FINAL.
Después del atardecer de película, y al mejor estilo Drácula, me comieron los putos mosquitos. Hay que decirlo.
